Despierto
no sé ni a qué hora, mire por dónde mire siempre veo estrellas.
Menos cuando miro a la cama, ahí la veo a ella... Con sus libros,
con sus manías tan cultas... Pero esos libros no reflejan la verdad.
¿Dónde
está el protagonista lunático capaz de hacer cosas increíbles? De
esos nunca hablan, siempre todos han de ser buenos y bonitos. Pues
vaya basura... Yo, Sage, capitán de la Ejecutora, escribiré mi
propio libro con las cosas que veo. Como esa rata con una inyección.
En
ese momento suena un grito llamando al doctor de la nave, del cuál
es apodado D. Sastre. Cuando este llega, lo primero que hace es
cubrirse de los disparos de Sage y de Gami, su pareja.
-
¡Por favor parad! ¿Qué os he hecho yo para merecer esto?-
Grita
el médico escondido de los disparos hasta que ve cómo le cae una
rata con una jeringuilla.
-
Ah, eso... Esto... ¿Se le oyó morir?-
Comenta mientras sigue recibiendo disparos hasta que se oye simplemente los
percutores de las armas.
-
Odio cuando nos quedamos sin balas... Cariño, ¿sabes dónde está
el cargador?-
Pregunta
Sage, mirando a Gami, la cual está roja de rabia.
Sage
simplemente se encoge de hombros y le grita al doctor D. Sastre que
la próxima vez no fallaría.
Todos
acuden al comedor, un desayuno tedioso, siempre con el ruido y el
barullo de todo el mundo... Y el doctor preguntando quién se quiere
quitar el pellejo colgante. Por eso es y será siempre Sastre, D.
Sastre.
Pero
a pesar de todo este tedio, adoro mi nave, grande llena de defensas y
cañones. Una joya que debe conservarse ofensiva absoluta, una nave
de asalto y combate inigualable.
Y
una tripulación tan paranoica cómo yo, salvo el médico, pero eso
es irrelevante.
Sería
difícil que alguien se colase y nos abordase, que recuerdos me trae
eso, la primera y última vez que nos abordaron. Que mal parados
salieron... Nunca veré nada igual.
Hablamos
de hace cuatro años, el espacio es frío y lleno de peligros, pero
divertido a su modo.
Nuestra
sencilla nave de asalto y combate es nuestro gran hogar, pertenecemos
a una flota aún mayor, nuestro capitán se apoda ojo muerto.
Es
una persona tranquila y calculadora, viciosa de cumplir sus fines y
objetivos, pero sabe escuchar a casi todo el mundo. Sin embargo,
cuando alguien viene buscando problemas, no es con él con quién
trata, ni con mis colegas oficiales... Debe vérselas conmigo ya que
no soy el oficial de guerra por nada.
Conseguimos
esta nave y me la regaló, ya que tenía lo que siempre busqué. Un
grandísimo y enorme robot de combate espacial. Así que me llevé a
algunos artesanos para que le instalasen unas cuantas armas y
sensores.
Tras
un tiempo navegando en la piel de Gami y descubriendo todos sus
secretos y rincones... Ejem, digo por el espacio, sonaron las
alarmas. Algún loco se atrevió a abordar mi nave.
Mis
soldados acudieron rápido al combate, menos el doctor... Él se
dedicó más bien a diseccionar a los extraterrestres que caían en
su camilla al grito de que no era combatiente.
Al acabar con los que nos abordaban, mis pilotos me informaron de que
ellos traían un robot de asalto con ellos. Fue entonces cuando puse
a prueba el mío poniéndome mi mejor equipamiento.
Debo
decir que el combate fue emocionante, aunque breve. Tras probar a mi
oponente, me di cuenta de que él o ella no sabía realmente
combatir, solo se basaba en los ajustes de la máquina, no tenía
instinto.
Por
eso me fui acercando mientras esquivaba sus disparos, hasta que
llegue frente a esa máquina, le arranqué brazos y cabeza. Expulse
al espacio a su piloto y con los cañones de mi robot destrocé la
nave enemiga, para dejar así una buena señal.
Después
de eso, tengo dos robot, un grupo de pilotos de cazas estelares y
unos soldados de élite. Puedo decir claramente que estoy orgulloso
de ser su capitán. Pero recordad, nadie debe saber que he dicho
esto.
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