Siempre
desde que fui niño, me sentí atraído por las leyendas y los mitos.
Excalibur, Mjolnir, Ang, Grungnir... Un sin fin de artilugios que
esperan ser descubiertos. Porque cómo todos saben... Toda leyenda
tiene algo de verdad.
Esto
me empujó a investigar en mapas de esos mismos mitos y leyendas y
ansiar explorar el mundo, pues para mí, no hay nada mejor que
descubrir la verdad tras lo oculto y olvidado.
Por
supuesto siempre habrá gente, personas poco gratas que quieran que
esa verdad sea descubierta. ¿Y para qué? Para ellos tener un poder
y un control que no merecen.
Puede
sonar prepotente, pero lo cierto es que yo tampoco me considero
merecedor de dicho poder.
Así
que me embarqué en este viaje, por todas las tierras donde se
encuentra el auge de la mitología nórdica. Viendo a otros buscando
donde realmente no se encontraba nada.
Me
colé con sigilo y rapidez, entre en un bosque y tras un largo camino
de unas quince horas lo encontré. Un antiguo templo y justo en las
afueras una mesa, aún con su rastro de sangre por los sacrificios
realizados a los dioses. Caminé, lento pero seguro y allí, en el
rincón más oscuro les vi.
Tres
personas, haciendo una especie de corro donde hablaban una lengua que
no entendía. De repente se callaron y miraron hacia mí, me
señalaron con unos dedos huesudos y delgados, casi esqueléticos. Mi
sorpresa, lo que provocó mi caída hacia atrás fue el susto al ver
sus rostros.
Dientes
negros, pútridos, una nariz torcida y cortada, igual que si le
arrancasen un trozo... Lo peor fue buscar sus ojos, piel quemada y
cosida, anulando su capacidad de visión, notándose la malformación
de los pliegues de piel.
Entonces
se levantaron y hablaron conmigo, seguía siendo su lengua, pero les
entendí.
-Tú
que vienes en busca de una verdad absoluta e inexorable- dijo uno, a
la vez que otro comenzaba a hablar.
-Vienes
por los antiguos objetos sagrados, incluida el agua del pozo de
Mimir, para obtener sabiduría- alegó el siguiente y habló el
último.
-¿Qué
estás dispuesto a sacrificar por la obtención de estos dones? ¿Qué
es lo que ofreces por el poder que buscas?- preguntó el último.
Miré
a los tres fijamente, aguantando la... Repugnancia que causaban sus
rostros y con serenidad, seguridad y firmeza respondí.
-La
verdad que aquí se oculta, es lo único que puede salvarnos, si no a
nosotros, entonces al mundo del mal qué llevamos. Necesitamos
alguien que nos guíe con la verdad... Y daré lo que sea necesario,
si ese alguien aparece- respondí desde el fondo de mi corazón.
En
ese mismo instante los tres se rieron con fuerza, me viré hacia mi
espalda temeroso de que nos oyeran, porque habían personas armadas
por ahí.
Sin
embargo tras girarme al comprobar que no venía nadie, los tres
estaban frente a mí y lamieron mi cara al completo.
-Tú
eres digno pues no lo buscas por un afán de poder propio.-
-Los
dioses té eligieron como su nuevo adalid para cambiar el mundo.-
-Le
pondrás fin a los corruptos, al mal de tu tiempo y tu mundo... A
cambio... Deberás pagar un tributo en sangre.-
Temblaba
de miedo, no entendía que decían y se acercaban a mí con una lanza
y una copa llena hasta rebosar de agua.
Cuando
me obligaron a beberla, casi perdí la consciencia... Jamás había
sentido antes nada igual, todo el conocimiento,las visiones del
pasado, presente y futuro... Cualquiera mataría por esto... Y cuando
se acercaba la punta de la lanza la vi, una mano anciana que la
agarraba, imponente y fuerte. Un hombre con un bastón en su otra
mano y dos cuervos en su hombro.
No
era posible ¿el mismísimo Odín intervino? No creía lo que parecía
que veía hasta que puso una mano sobre mi hombro. Entonces el mareo
se calmo y pude ubicarme. Le vi mirarme, serio, orgulloso, se veía
en él el porte del padre de todos los dioses nórdicos.
-Puedes
empezar a andar tranquilo hijo mío, pues esta agua y esta lanza te
pertenecen, ya que su precio ha sido pagado.-
No
me lo creía, Odín me llamó hijo y me hablo... Como si fuese su
digno igual. En ese mismo instante todo se volvió negro y me vi en
la zona cercana a la cima de una montaña, donde se encontraba
Mjolnir, el martillo de Thor.
Cada
vez estaba más asustado, pero oí a Odín diciéndome que avanzase
tranquilo y seguro, mi cuerpo sabría qué hacer. Me di cuenta de un
cambio, me faltaban los anulares de cada mano y mi cuerpo, mi propio
aspecto había cambiado.
Centré
mis pensamientos y vi cómo debía hacer para conseguir llegar al
martillo, de ese modo fui hasta él, y cuando lo sujeté, tiré con
todas mis fuerzas, pero solo conseguí rodarlo levemente.
Pero
no me desanimó, simplemente significaba que aún no estaba preparado
para él. Por lo que decidí avanzar en mi viaje, con una Grungnir
bien escondida y una nueva fuente de sabiduría, llegando hasta Gran
Bretaña.
Ahí
volví a encontrarme con la gente armada, pero esta vez repararon en
mi, pues ellos tenían a alguien con mucha más experiencia de vida
que yo. Digamos que no todos los que bebieron del Santo Grial eran
tan nobles y honorables como los caballeros de la mesa redonda.
Por
lo que me pillaron desprevenido y me derribaron con un fuerte golpe
en la cabeza. Así que esa es mi historia hasta este momento, triste
pero cierto.
A
medida que recobro la consciencia, me doy cuenta que estoy en una
celda, en una muy antigua celda... Aunque sin encadenar, pero
esposado. Miré a mi alrededor. Cómo Grungnir no se podía notar ya
que se ocultaba al ojo humano, la conservaba a mi espalda. Así qué
sabiendo dónde dejé la hoja de la misma lanza, corté las esposas y
la cogí usándola para salir de la celda y vi a aquellos hombres
rompiendo tumba por tumba, buscando y sacando las espadas de los doce
caballeros. Pero no estaba la del rey. Excalibur no se encontraba
entre ellas. Sin embargo mostraban un gran poder y sabía que ese
poder, no debía ser traído de nuevo al mundo. Conseguí salir a
hurtadillas de allí y fui hasta el lago, donde Merlín escondió la
espada devolviéndosela a la Dama del Lago. Y allí lance mi
plegaria.
-Dama
del lago, os pido ayuda y compasión, pues los oscuros corazones
ansían un poder que no debería despertar otra vez. Os imploro que
me prestéis la espada Excalibur, para así erradicar este mal y os
juro por mi honor, que os la devolveré sin más.-
De
repente se ve una luz y una hermosa mujer, de cabello brillante como
el oro, una piel blanquecina como el reflejo de la luna, unos ojos
penetrantes como el mismísimo mar y una voz comparable en belleza al
canto de una sirena salió del lago.
-¿Cómo
podéis vos, extranjero, demostrar ese honor y esa dignidad de la que
me habláis?-
Decidí
contarle mi historia, mi arrepentimiento fue contar lo de Mjolnir
pues, me puso una prueba para demostrar mi honor y era poder llamar
al martillo de Thor.
Me
concentré y grité, grité con todas mis fuerzas su nombre, haciendo
mi corazón y mi alma más humildes y nobles, queriendo ser quien
estaba destinado a ser, sin olvidar mis motivos para llegar a eso.
Cuál
fue mi sorpresa al oír truenos y ver relámpagos hacia mi dirección,
entonces sentí un fuerte golpe en mi mano y oí mis dedos crujir.
Mjolnir había respondido a mi llamado, superé la prueba y la Dama
del Lago me entregó a Excalibur.
-Espero
cumplas tu palabra joven dios, pues nos convertimos en mitos por una
razón. Ve a tu gesta y que tu honor quede intacto.-
Al
darme la vuelta, con Excalibur en mano, los vi, doce hombres, once
armados con las espadas sagradas de los once caballeros y uno,
esperando ansioso la que portaba yo.
Mi
cuerpo reaccionó solo, no entendía que pasaba, pero era como si
Odín, Grungnir, Mjolnir y Excalibur me guiasen. Levante con fuerza
ambas manos, portando el poder de Thor en una y la fuerza y el valor
de Arturo Pendragon en la otra.
Miré
a mi objetivo, por primera vez en mi vida, sin sentir miedo, al fin
era libre y lo entendí, por lo que grité con todas mis fuerzas el
nombre Mjolnir y Excalibur, implorando la purificación de esas
almas. Por esa misma razón fue, que una luz relampagueante fue hasta
esos doce. Haciéndoles desaparecer y limpiando sus almas, saliendo
de las espadas los once caballeros que iban a ser deshonrados. Dando
las gracias y viendo también a Arturo Pendragon, guiando a sus
compañeros hasta el descanso eterno y la paz que se habían ganado,
mientras que yo, sostuve una a una las doce espadas y se las devolví
a la Dama del Lago para asegurarme que jamás nadie las usaría para
un mal. Mjolnir se quedó conmigo al igual que Grungnir y así fue,
cómo Odín me aceptó, como un nuevo dios y el último guardián de
este mundo, viviendo como un mortal.
Dibujo realizado por mi dibujante habitual: Dorian.
Aprovecho este relato para agradecerte el trabajo que dedicas al dar un reflejo visual a mis relatos.